Dos supuestas verdades que han recorrido el mundo; transformadas en algo absoluto e incuestionable, principalmente por las facultades de ciencias agrarias: La disponibilidad de los elementos para la nutrición de cultivos, considerando solamente los limitados análisis oficiales de suelos y la ley del mínimo de Justus von Liebig.

Con la imposición de la química altamente soluble en la agricultura, fueron muchos los engaños inducidos por la agroindustria y sus defensores. Uno de ellos fue, las limitaciones sobre la disponibilidad de los elementos para la nutrición de los cultivos de acuerdo al pH del suelo. El engaño radica, en no considerar para nada los análisis químicos de laboratorio, la presencia de la materia orgánica, la microbiología y sus correlaciones, como constantes agentes modificadores del comportamiento de la solubilidad entre los elementos. En la actualidad, está demostrado, que cuando una serie de elementos en la solución del suelo está bajo la influencia de una solución microbiologica y de materiales orgánicos , los ritmos de la solubilidad de los mismos cambian; donde macro y microrganismos presentes en la tierra, hacen soluble lo insoluble y combinan de forma inteligente e insospechable los elementos, e inclusive, haciéndolos transcender hacia otros estados y formas más rápidas de asimilación y armonía.(Ver figura) La arrogancia de los agrónomos, los vuelve ciegos y los hace personas con poca memoria ancestral; pues antes que la débil especie humana apareciera como fruto de las constantes transformaciones de la biología, la vida gozaba de absoluta “tranquilidad” en la definición y conquista de otros espacios entre los elementos contenidos en las rocas. En ningún laboratorio, los científicos han logrado sintetizar, crear y sostener unidades básicas vivientes capaces de auto sostenerse, y menos con la ausencia del sol. Los técnicos de las ciencias agropecuarias, adiestrados oficialmente para servir a la agroindustria; están refugiados en una ignorancia absoluta, tecnologica, descartable y no poseen la menor noción, ni sensibilidad para percibir que las condiciones básicas para nuestra existencia fueron labradas, reguladas y convertidas en unidades básicas foto-sintetizadoras de forma milagrosa sin la intervención humana ni necesidad de un análisis de pH y aplicaciones de venenos y fertilizantes. En el espacio de sus cabezas no cabe un milímetro de tejido celular con más de medio millón de cloroplastos, para entender la transformación del mensaje de los rayos solares en su alimento. Antes del surgimiento de la agricultura, la vida estaba instalada de forma transformadora con reglas bien definidas para que las bacterias y otras unidades básicas de vida, en comunión con ambientes anaeróbicos y aeróbicos crearan las posibilidades para que la fotosíntesis surja y levantarse las plantas de la superficie de la tierra, sosteniendonos en este débil paseo por el cual navegamos, donde el puerto de llegada será nuestra extinción. “comprender localmente una sencilla respuesta de un fertilizante en una planta, no es suficiente para comprender del todo como funciona la nutrición en todas las plantas que queremos cultivar” Finalmente, el segundo gran engaño por la cual pasaron los técnicos y continúan pasando los agrónomos en su preparación académica de obediencia servil, es la limitada y famosa ley del mínimo, del científico alemán Justus Von Liebig, con su química aplicada a la agricultura de La ley del mínimo es sorprendente para personas que poseen poca o nula reflexión para entender que la vida no está constituida por elementos actuando de forma aislada o por un aglomerado de partículas no animadas en análisis. El culto a la divinidad de la “Ley de Liebig” es impositivo, el argumento figurado y representado por el diseño de un barril armado de tablitas (rodelas) es limitado, como el argumento de la propia ley. Los técnicos que aprecian ese fenómeno, no se dan cuenta o no quieren enterarse, que las tablitas del barril están interconectadas por una cinta que las sostiene de forma horizontal, sin el cual no sería posible explicar el supuesto fenómeno. Una o varias preguntas caben cuando analizamos el diseño del barril: ¿Qué pasaría si no existiera la cinta colocada de forma horizontal amarrando las tablitas del barril, las cuales representan de forma aislada cada elemento, llamado limitante para la nutrición de un cultivo? ¿Qué fenómeno sucede en el barril para que no se salga ninguna gota de agua por las conexiones que hay entre una tablita y otra? ¿Hasta dónde llega, o cual es el límite de las fuerzas de conexión (dilatación e intercomunicación) entre una tablita y otra (entre un elemento y otro)? ¿Que sucede en el fondo del barril cuando todos los elementos se intercomunican y establecen el surgimiento de nuevas relaciones, de forma horizontal? ¿Qué fenómenos suceden con el volumen en común después de la tablita menor que limita el volumen del barril? La nutrición de una planta de forma natural, no son tablitas establecidas en un orden y cantidades humanamente pre establecidas, la tierra en sus relaciones con la microbiología, la materia orgánica y el medio donde crecen, no está limitada por el volumen de un barril por muy gigante que el mismo sea. Sencillamente, nos olvidamos, que en la naturaleza existen millones de constantes fenómenos que se están renovando diariamente sin nuestro consentimiento. El supuesto barril de Liebig, es una interpretación equivocada de la dinámica nutricional de las plantas. “Ley del mínimo, solo se la traga, el que posee un mínimo contenido de elemento gris en el barril de la cabeza”.