Cuando se nos pregunta acerca del tiempo que se requiere para migrar de la agroquímica hacia una agricultura orgánica, debo decir que no hay metodología ni repuesta exacta para satisfacer este interrogante. Algo apenas lógico, si se piensa en que las respuestas de la vida al retomar los procesos biológicos en la tierra no se pueden predeterminar o encuadrar en una escala de tiempo que indique etapas precisas. Todo está en movimiento.
Los fenómenos que pueden suceder constituyen un continuum, en el que no hay manera de diferenciar ni definir el inicio y el final, como muchas veces se pide. Al igual que la experiencia, nada de esto es transferible; la única certeza es el tránsito por el camino de la incertidumbre con la que se abordan fenómenos microbiológicos totalmente desconocidos de la interioridad de los suelos. Cuando comenzamos a migrar hacia otro tipo de comportamientos, más sensatos y justos para el respeto que debemos tener por la vida, es cuando se trabaja realmente la tierra para cosechar salud.
No hay cosa más impredecible e inasible que el tiempo, máxime cuando se pretende hacer proyecciones de lo que puede suceder en la microbiología del suelo al empezar a incorporar las prácticas de la agricultura orgánica. Los procesos no son abruptos o espontáneos; mucho menos gratuitos o inmotivados; son graduales y, muchas veces, requieren tanto inversión económica como rediseño de las tecnologías empleadas. No se pueden esperar cambios repentinos, de la noche a la mañana.
Hay una gran equivocación en las personas que han cosechado los fracasos de la agricultura industrial y acogen la propuesta de una agricultura diferente solo por razones del mercado o porque el dictamen de la globalización económica así lo indica, para mantener su doble moral y sus grandes beneficios. Es lo que sucede, por ejemplo, con el factor de “la salud como un suvenir elitista”, siempre al alcance de quienes pueden pagar (muy pocos), excluyendo quienes no pueden pagar (la gran mayoría). En general, las contradicciones se revelan en el discurso eco capitalista de la protección del medio ambiente, con sus nuevos Mesías salvadores del planeta.
“La agroindustria ignora totalmente el dialogo vivo, regulador y recíproco entre el medio ambiente y la microbiología del suelo, tan necesarios para la producción de alimentos sanos”
En un proceso de ruptura y transición de un sistema agro dependiente de insumos químicos hacia una agricultura más justa y duradera, lo ideal es proceder por etapas, como cuando se quiere degustar un buen pastel, bocado a bocado, a la velocidad adecuada para prolongar el placer. Manejar con tranquilidad los tiempos, pues los tiempos de nuestras expectativas son bien diferentes de los tiempos que la micro vida en la naturaleza demanda para recuperarse. La vida no es un proyecto que se pueda predeterminar con exactitud, no obedece al contenido de ningún manual; la vida es una infinitud de la cual hacemos parte. Y lo más bello de esa infinitud son las sorpresas que nos ofrece y que nos obligan a estar atentos para contemplarlas, disfrutarlas y, en consecuencia, tener la capacidad de re-aprender.
La nutrición de la microbiología del suelo es un requisito y al mismo tiempo un mecanismo seguro y duradero para nutrir las plantas; algo que nunca ha incorporado la agricultura industrial en su afán de lucro que enceguece. Como tampoco se ha atrevido a negar la importancia de la biología del suelo como determinante de su estructura, reciclaje y refinamiento de los diversos elementos que constituyen la nutrición de las plantas.
“Hay que buscar el tamaño eficiente de la propiedad para ser feliz; lo que los brazos no alcanzan abrazar, es porque nos sobra y les falta a otros”
La mejor manera de integrar una comunidad para que se contagie con un proyecto productivo por la vida, es hacer que los resultados la vayan llevando tranquilamente, que vayan a la par, a la velocidad adecuada. Los hechos y la evidencia son la mejor propaganda para construir confianza con las personas del campo. Sin duda, estas personas aconsejarían empezar por lo más fácil, puesto que así, poco a poco, se va adquiriendo experiencia para continuar y, más adelante, poder sortear con paso firme las etapas más difíciles.
“La agricultura es movimiento constante, es la hija más reciente del mundo geo evolutivo manipulado por el arrogante ritmo tecnológico humano, que cuanto más se desprende y se divorcia de la naturaleza, más artificial y vulnerable se vuelve, donde la cosecha segura será el ecocidio”
La agricultura orgánica no pretende ser el paquete tecnológico o la receta perfecta del mercado, pues se fundamenta en actividades que campesinos y campesinas realizan sabiamente, de forma magistral y extraordinaria, siendo como son, el movimiento constante, el continuum de la cultura agrícola.
Jairo Restrepo Rivera/Febrero/2021/Pachita/Colombia.