¿DESDE CÚANDO UN PULMON PRODUCE OXÍGENO?

Un prologo para el libro de Nacho

“Con la agricultura orgánica, campesinos y campesinas adquieren herramientas para analizar y transformar por sí mismos su realidad”

De la misma forma que el espíritu no es exclusivo del homo sapiens, la naturaleza es una realidad autónoma que excede y antecede a lo humano. La vida no es un flujo lineal; no es un vaivén monótono de ir y venir; la naturaleza no constituye un orden jerárquico piramidal, donde existan dominador y dominados; en ella, no hay acumulación, la cosecha, la trampa, la productividad, la ventaja, el reciclaje, el ciclo ni lo estático, pues nada vuelve intacto al mismo lugar; en la naturaleza no existen la inflación, los préstamos, las bolsas del mercado, la mayor o menor valía, gobiernos y gobernados, fuertes y débiles, ni la venganza ni la destrucción premeditada.

En la vida solo existe lo natural, solo que nos hemos divorciado de nuestros orígenes. Por eso, la sexta extinción será parcial y es inminente para la especie humana que, al igual que las otras especies, tuvo la oportunidad de desarrollar su conciencia pero no entendió la fortuna que significaba la vida sin codicia, dinero y petróleo. En la naturaleza, ninguna especie urde, de forma planificada, el maltrato, una mala jugada o la erradicación de otra especie; distantes o no, las especies de forma interconectada mejoran el medio para lograr lo mejor entre ellas y dejar abiertas las mejores posibilidades para la evolución natural de las demás”.

No reconocer nuestros ancestros microbiológicos, sean o no extraterrestres, es cargar una deuda con la geo-evolución. Nuestra derivación biológica está ligada a relaciones energéticas entre el sol y los minerales; entre una atmósfera anaeróbica, llena de cianobacterias y algas y otra aeróbica, llena de musgos y helechos que crecieron sobre una capa de oxigeno madura; entre una sopa salina todavía predominante y otra sin sal, la cual, en forma de vapor, ha viajado desde el mar hacia el universo, llevando el mensaje de la vida en forma de agua destilada, mal llamada agua dulce. Todo lo que tiene vida se manifiesta formando espirales continuas, todavía guardan un misterio que no sabemos a dónde nos conduce.

El intento por explicar la vida como especie descriptiva y conclusiva de ciclos ha sido superado por estrecho. La vida son sistemas energéticos infinitamente abiertos, donde el equilibro es una ilusión y explicar cualquier sistema en constante movimiento es una derrota. Las conexiones biológicas no son definitivas, son temporales, se desvanecen y se reconstruyen parcialmente, para que otras más evolucionadas broten, dando lugar a la expansión. Inmersos en esta inseguridad, navegamos como especie, haciendo caso omiso de lo desconocido y lo bello por conocer; no tenemos la paciencia suficiente y necesaria para reconocer que la vida tiene establecidos sus propios ritmos y su propia velocidad.

Ante un mundo oculto, en perpetuo movimiento, como el de la microbiología del suelo, cualquier intento por sacar conclusiones es ilusorio. Menos aún, desde el micro mundo académico, especializado en apartes fragmentados. El estudio de la microbiología del suelo es interminable y constantemente se renueva. Cada acto o escena biológica, no es necesariamente acumulación gradual de fenómenos que podemos observar y describir con precisión. Estudiar cualquier sistema biológico puede desembocar en las ciencias de lo cambiante; existe el entorno ambiental, tanto a nivel interno como externo, de cualquier micro o macro molécula viva que se estudie y son las conexiones entre los sistemas las que hacen que se sigan construyendo las bases para una evolución sin fronteras. Por lo demás, nada está atado a la ilusión del tiempo; la física y la química determinan las velocidades de la biología y la vida recrea el espacio y la bioquímica.

De la actual parafernalia de reuniones globales y conceptos rebuscados “para que le vaya mejor a la naturaleza y a la especie humana”, frente a lo que en el modelo económico dominante llaman “calentamiento global”, hay que deshumanizar el concepto de la vida y erradicar la idea de que la tierra nos necesita; más que nunca, es necesario naturalizar los bosques, descentralizar el discurso amazónico y aclarar la falsa idea de que los bosques son pulmones globales. Los pulmones no producen oxígeno, lo consumen. Ante todo, los bosques son organismos comprometidos con la termo-regulación del planeta.

Y es necesario, como humanidad, asumir nuestra responsabilidad en la destrucción de la vida por la actividad industrial. Más que discursos tecnocráticos globales, la naturaleza necesita ser escuchada y ser dejada en paz, para que satisfaga sus necesidades vitales y nos vuelva a albergar. Si no lo hacemos, desapareceremos.

Todas las relaciones entre micro y macro biología que se forjan tanto en la superficie de la tierra como bajo la misma, son indispensables para la transformación sostenible de la agricultura; la microbiología del suelo es infinitamente pequeña y al mismo tiempo abundante y dulce, y solo se puede afianzar sobre la propia vida. Todo lo que habita el interior de los seres, alguna vez habito el interior del suelo; “ya no somos capaces de cerrar los ojos para emprender el camino hacia la interioridad y reconocer cuán divina es la vida y cuán limitada nuestra existencia”

En la naturaleza no hay pendientes, ni prórrogas ni agendas. Todo sucede en el instante en que ha de suceder; nada nuevo se inventa, todo es consecuencia de un infinito efecto dominó. Estos fenómenos nos hacen cada vez más conscientes de lo vulnerables, indefensos e insignificantes que somos. Nos provocarían menos angustia, ansiedad y pesadillas si empezáramos a interiorizar y comprender mejor nuestra dependencia geo-bio-materna para respetar la tierra. A fin de cuentas, nuestra capacidad de razonar es fruto de un geo-cerebro que se gestó en un pasado arqueo-micro-biológico enterrado bajo nuestros pies, antes de que nos definieran como especie Homo sapiens.

Hoy, la adopción de algunas prácticas de la agricultura orgánica se caracteriza por exigir mayor demanda de información, mano de obra actualizada, reorientada y entrenada, conocimientos específicos de manejo por unidades de producción o cultivo, según las condiciones de cada lugar o suelo; sin perder el enfoque sistémico, dinámico, funcional y ecléctico, que exigen estas nuevas experiencias a implementar, en armonía con la vida. Por otro lado, esas nuevas técnicas pueden exigir mayor inversión de tiempo por parte de campesinos, productores y técnicos, pues se trata de poner a tope todas las capacidades para tener otra mirada y  un enfoque diferente al del modelo agroindustrial depredador de la naturaleza. La forma mecánica como dicho modelo ejecutó el paquete tecnológico de la revolución verde en el campo, volvió esclavos de falsas expectativas de la tecnología “científica” a campesinos y productores. Por tanto, no puede haber una nueva esclavitud de inversiones e ilusiones con la agricultura orgánica y la sustitución de insumos.

Las soluciones a problemas cotidianos que generan las prácticas impositivas del modelo agroindustrial en el campo, requieren del arte y las técnicas de la agricultura orgánica: sabiduría, conocimiento, preparación, estrategia, cálculo de variantes y, sin duda, mucha disciplina, intuición, lógica y sentido común. Es lo que permite aproximarse, con algún grado de certeza, a los problemas actuales del diario vivir en el medio rural; y como en la vida diaria, conocer cada situación en detalle nos ayuda a vivir y afrontar retos con alguna perspectiva de éxito.

Con el modelo agroindustrial, campesinos y productores perdieron su libertad. Para decidir qué hacer o qué paso dar en situaciones o dificultades técnicas que se les presentan, están sujetos a un sistema que condiciona, somete y da poca o ninguna oportunidad para la libre iniciativa en el proceso de encontrar soluciones. Con la agricultura orgánica, todas las soluciones están en nuestras manos, a partir del entorno inmediato.

Por otro lado, el biopoder para desarrollar una agricultura orgánica humanamente justa con la naturaleza no radica en poseer un universo inagotable de información tecnológica, recetas y fórmulas; el biopoder surge de la capacidad, claridad y lucidez que se tengan, desde la experiencia, para saber elegir la información y que esta incluya un valor agregado humano y de desarrollo local, para que sirva a nuevos propósitos de convivencia, es decir, capaz de reconducir a la especie humana por los caminos de la reflexión y del convencimiento de que somos  medio y naturaleza.

Es necesario, para cada situación específica en el campo, analizar, descartar, organizar los sueños y el pensamiento, comprender todas las acciones que pueden ocurrir, para buscar y preparar las mejores soluciones. A la vez hay que saber identificar y estudiar todas las variantes posibles y entender las adversidades que hay que afrontar, para revertirlas a nuestro favor y hacia el camino más sensato para producir alimentos sanos.

De todo esto trata la posibilidad que nuestro generoso hermano NACHO nos ofrece en su nueva publicación, de forma comprometida y solidaria.

Un macro fraterno abrazo lleno de micro millones de bioesperanzas.

Jairo Restrepo Rivera, enero del 2023, Pachita, Cali, Colombia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Carrito de compra
Scroll al inicio