Bienvenidas/os a este espacio donde queremos compartir con ustedes visiones sobre la tierra, la agricultura orgánica, los alimentos y nuestra relación con el planeta y su diversidad de habitantes.
Para la Mierda de Vaca es de vital importancia generar ambientes donde como seres humanos podamos reflexionar y aprender sobre temas que nos inquietan/preocupan/indignan, pero también donde podamos celebrar la vida y compartir los conocimientos y experiencias que nos nutren/maravillan/transforman, con los cuales como sociedad crecemos y recuperamos la relación perdida con este planeta que es nuestra casa.
Queremos comentarles que la idea de este blog es que sea justamente un lugar donde de manera distendida y menos técnica, podamos compartir con ustedes textos, imágenes, videos cortos y hasta audios en torno a nuestras experiencias con el amplio universo que abarca la vida en la tierra, con todas sus complejidades, pero también su infinita magia.
Esperamos poder generar un espacio agradable y respetuoso, donde ustedes también puedan ir guiando con sus comentarios las rutas a transitar.
“Como hijos de la tierra nos tenemos que convertir en sus cuidadores, debemos amarla y respetarla, ese es el objetivo de la agricultura orgánica, una práctica que elige vivir en armonía con ella para poder sobrevivir”.
Jairo Restrepo Rivera
Nos gustaría comenzar compartiendo, de manera muy concreta, el por qué es relevante para nosotros la relación entre la agricultura orgánica y el vasto abanico de temas que ocupan nuestra existencia como seres humanos.
Desde nuestra visión, lo orgánico es sinónimo de vida y el tipo de agricultura en el que creemos es el anuncio y la práctica de una nueva concepción del universo, a través de ella, la humanidad puede cambiar su relación con el cosmos y en particular con la naturaleza. Al practicar la agricultura orgánica se crea una nueva oportunidad, un renacimiento, un reencuentro con el pensamiento y la cosmovisión de la tierra, esa que tanto nos hace falta.
En tiempos como los que atravesamos y en los que un sistema pone permanentemente en juego aquello que es sagrado, preservar la vida debería convertirse en la tarea prioritaria de cualquier ser humano. Y es que no podemos separar absolutamente nada de lo que nos es indispensable para seguir existiendo, del hecho de que, si agotamos la vida, nosotros como humanidad fracasamos con ella. Vivimos en un planeta finito, eso hay que tenerlo siempre presente, y por más que veamos continuamente cómo especies de animales se extinguen, cómo fuentes hídricas se agotan, cómo territorios enteros se vuelven inhabitables, seguimos pensando que la tierra nos “ofrece sus recursos” — que en realidad no son recursos, es su patrimonio biológico — para que abusemos de ellos sin medida alguna.
Nuestra relación con el planeta que habitamos debe comenzar a cambiar y la agricultura orgánica es una de las formas básicas — que en realidad no es nada básica — de comenzar a recorrer los pasos que hemos perdido, de reconectarnos con lo fundamental de la vida, el suelo, la comida, todo aquello que es vital para que nuestros organismos sigan siendo parte de esa espiral infinita en la que nos movemos.
La agricultura orgánica tiene un principio sencillo: respetar las espirales naturales de la tierra y en vez de alterarlas e intentar dominarlas, propone trabajar junto a ellas. No se esta planteando nada nuevo, por el contrario, la idea es recoger las formas de nuestros antepasados y de aquellos que en el campo continúan re-existiendo con estas prácticas. Esta visión no concibe al suelo como un conglomerado arbitrario de minerales, donde las plantas permanecen ancladas y convertidas en pequeñas fabricas que transforman insumos artificiales en alimento, el suelo y las plantas, como cualquier otro organismo vivo, tienen un determinado movimiento infinito, en ellos no existe un inicio y un final, desde lo macro hasta lo micro, todo es una rueda viva, dinámica y universal.