La agricultura orgánica inspira pensar, siempre anhela la perfección de un conocimiento profundo y diferente.
La agricultura orgánica no obedece, ni le interesa la lógica impositiva de lo existente, de envenenar y destruir para producir alimentos. Una producción de alimentos sanos, habita y está más allá de la racionalidad tecnológica. Es la liberación de sueños encarcelados, es un abrir de puertas donde anida la esperanza, es la libertad a toda prueba de fuerzas y dominios. Es transcender, es no quedarse atrapado en el pasado y en lo igual; es caminar hacia el descubrimiento de aquello que nos tiene guardado la esperanza, es comenzar hacer conciencia de aquello que todavía no conocemos; lo venidero y lo nuevo, lo que todavía no hemos permitido que se manifieste por completo, la cosecha de un futuro diferente. La agricultura industrial con sus prácticas destructivas atormenta el presente y bloquea el futuro, sus técnicos carecen de una dimensión contemplativa, intervienen y rompen con cualquier posibilidad en la generación de lo nuevo. Una agricultura diferente, constantemente infunde ánimos y esperanzas en medio de la desesperación y oscuridad dominante.
No hay que tener miedo de pensar, de expresarse libremente con valor para caminar hacia el encuentro con lo diferente y radiante, de eso se trata cundo comenzamos a realizar las practicas con la agricultura orgánica; perder el miedo, significa la posibilidad de encontrar en el lugar preciso la libertad, la cual nos señala que somos capaces de emprender la marcha para transformar la sociedad. Esas prácticas nos lanzan con mucha curiosidad hacia lo desconocido, lo no transitado, hacia lo que todavía no es; y al mismo tiempo que nos hace creer en el futuro, nos pone en el rumbo a lo que está por renacer, lo justo y lo fraterno.
“En la agricultura orgánica habita el campo de la esperanza, el de las posibilidades. Nos abre el estado de ánimo y nos esclarece la existencia humana